12/4/09

Crónica de dias salvajes

En alguna parte de la guerra se encontraba el, con su rifle y su suciedad casi encostrada.Estaba en una zona desértica.En realidad la guerra le resultaba estúpida, pero no por una cuestión ideal, sino mas bien lógica. Hacer las cosas por las malas solo conseguía que los pueblos se revolvieran aún más, aunque fueras un país con un gran desarrollo logístico, nuclear, armamentístico, tecnológico, económico, cultural.... amoroso, sexual, todo se te acabaría poniendo cuesta arriba. Su mente añadía desarrollos que no venían a cuento para gastarse bromas a si mismo sobre lo estúpidos que eran todos esos desarrollos que no desarrollaban nada realmente importante, sino que desarrollaban todas esas cosas en las que al fin y al cabo todos trabajamos para evitar pensar en las cosas realmente importantes, como por ejemplo, el amor o el sexo.

Y ahí, estaba gastándose bromas a si mismo bajo el cielo despejado de un brillante azul celeste, envuelto en un aroma que oscilaba entre el sudor y la sangre seca.Tenía heridas, pero no eran grandes heridas de guerra, ya ni para eso servían las guerras, si ya no puedes ni chulearte, de que sirve todo esto, pensó.Una bala en la tripa te acabaría matando, una en la cabeza también, una en el corazón también, y si no sales vivo de ese tipo de heridas, no poseerás una gran herida de guerra.Antes las guerras tenían más sentido cuando todo se decidía cuerpo a cuerpo, cuando no había tanques, ni francotiradores. Cuando no podías disparar por error a un niño...

Y de pronto la palabra corazón hizo un eco en su cabeza. Echaba de menos a su novia, llevaba meses perdido en medio de ninguna parte peleando por no recordaba que cosas y sin gozar de un buen polvo... bueno, en realidad con una solo caricia de ella le hubiera sido más que suficiente en ese momento.Al acordarse de ella también se acordó de ese pequeño vicio en el que se había visto enredado de pronto, así que decidió que ya tenía algo que hacer que no fuera matar o dejar morir.

Puso rumbo al hospital de campaña.Sus huellas desaparecían con el viento de oriente, y en su mente sonó “The end” de los Doors. El mono le dio un aviso. Esa canción aumentaba sus ganas de dejarse caer en ese estado que confundía los limites de lo onírico y lo jodidamente real, aunque a veces lo onírico también resultaba jodido.

Pasó de largo, su mente seguía rayando aquella estúpida canción pero ahora tenía coros de quejidos de fondo. Rozó la mano de la sanitaria que se tiraba entre bala y bala,pero eso no implicaba un buen polvo, solo implicaba olvidar el hecho de que “ella” se estaría tirando a otro en su ausencia.Y al fin empezó a desenvolver su ansiada aguja, ya tenía la morfina preparada y el torniquete hecho, sus glóbulos rojos ya empezaban ha alborotarse.

Era lo único que tenía realmente, lo único por lo que merecía la pena todo aquello.Estaba seguro de que al principio de todo tenia una razón mas real, mas lógica, mas heroica, pero en algún momento entre eso y su primer disparo a una civil, esa razón se mezcló con el polvo y la arena y se perdió.

Se había perdido, al igual que los sueños que deben tenerse cuando duermes, igual que el descanso que debes tener cuando has descansado, igual que la asquerosa monotonía de su pueblo que ahora deseaba más que nunca.

Las drogas nunca son una buena salida. Pero al fin y al cabo, siempre son una salida.Y él podía asegurar que las salidas se reducen angustiosamente cuando sabes que el aroma de sangre seca no es el de los cadáveres a tu alrededor. Sino el de la sangre de tus propias venas.